En tiempos del onganiato eran tantos los parientes que había nombrado el dictador Juan Carlos Onganía que el funcionario que asumía no juraba por la clásica fórmula: Dios, la Patria y los Santos Evangelios. La respuesta, con el rostro adusto y la mano tiesa, era: ¡Sí, tío! La anécdota, por carácter transitivo, nunca más actual que ahora y aquí. El nepotismo inundó el gobierno tucumano, apenas asentado en palacio. Con sus gajos malsanos hoy tiñe los tres poderes, con ejemplos emblemáticos y groseros que no son propios de un régimen republicano, sino más bien de una republiqueta bananera.
La caridad empieza por casa, dice una añosa sentencia. Alperovich la cumple a rajatabla. Colocó a su esposa -jamás afiliada al peronismo-, como senadora nacional y la ungió después presidenta del PJ, nada menos. Hizo lo mismo en los ministerios de Educación y de Desarrollo Social, donde sentó a su cuñada Silvia Rojkés y a su prima Beatriz Mirkin, y en la Secretaría de Obras Públicas a su primo Oscar Mirkin, y a otro primo, José León, en la Legislatura. Impuso la diputación -sin mérito alguno- del primo Benjamín (Bromberg), y a su yerno Pablo Zeitune. A su vez, la senadora Rojkés nombró a su hermano Carlos en la Cámara alta, conocido como “el gran cuñado”. Como buen padre, Alperovich en el reparto no olvidó a su hija Sarita, desaparecida en inacción últimamente. Por tercería, es el mandamás indiscutido del PJ. Baja órdenes por teléfono y desde la alcoba con la sumisión expresa del viejo peronismo -no todos-, y de las nuevas camadas que ni siquieran leyeron a Perón.
Su casa, antes que su hogar familiar, es la sala de reuniones del gabinete. Desde el inicio de su gestión, diariamente y a temprana hora asiste el vasallaje -con ministros a la cabeza- a recibir órdenes. El zar, en tanto, en paños menores toma mate y se desplaza en pantuflas. El espectáculo -poco edificante y para no imitar- forma parte del peronismo transmutado y deformado en manos de un forastero travestido.
En la Magistratura, un leading case es el del vocal decano de la Corte, René Mario Goane. El catedrático de Derecho Administrativo y de Filosofía del Derecho en la UNT se lleva el récord en el Libro Guinness. En una nota lapidaria la columnista Irene Benito de nuestro diario consignó la larga parentela que hizo designar. Sin concurso, claro; y no eran todos. En todas partes se cuecen habas pestilentes. No es el único togado con ese pecado capital.
En una melange típica de gobiernos autoritarios, los hombres mesiánicos de turno confunden -y funden- los papeles de gobierno y partido. Y hasta llegan a convencerse a sí mismos de que el poder es una pertenencia privada, de uso exclusivo, del cual pueden disponer y abusar a su arbitrio, total no hay quién los controle ni les diga nada. Cualquier semejanza con esta comarca, lector, es mera coincidencia.
En este tramo electoral como el que se vive, despiertan y se aceleran las ambiciones. Antes que atender las necesidades de la gente, los que buscan una banca (en particular los del palo oficialista) lo hacen como una fuente de pronta prosperidad. Por eso se juegan entero. Hoy, en Tucumán, es una inversión altamente redituable. De ahí deviene el lamento colectivo de los que se van de la Legislatura y quedarán en el llano, junto con los intendentes sin reelección. Hace largo tiempo que el peronismo dejó atrás la mística y los ideales que eran sus rasgos distintivos. Los actuales jerarcas y los advenedizos de siempre convirtieron la función pública en un sitio de negocios para ellos mismos y los amigos del poder. Basta una ligera mirada para detectar a los nuevos ricos cobijados bajo las banderas de Perón, hoy deshilachadas, arrumbadas y abandonadas. En esa bajeza moral ha caído el partido que dejó tantos muertos en el camino, durante la última dictadura.
Mal acostumbrados a la ubérrima teta del Estado, no quieren soltarla. Ahí anda con sus letanías a cuestas el legislador José “Gallito” Gutiérrez aferrado, en total soledad, a una re-reelección incierta, a la que se opone el propio gobernador. Para él, sí; para mí, no, piensa el ex comisionado de Garmendia. Antes, Alperovich resultó beneficiario de una Constitución amañada, hecha por él a su medida, y obtuvo el tercer mandato -mal habido e ilegítimo- por la complacencia de la Corte de conjueces que timoneó entonces Antonio Gandur, como cortesano mayor, junto con los camaristas Carlos Ibáñez y Raúl Díaz Ricci.
El peronismo tuvo siempre una envidiable capacidad de resurrección y de reciclarse a sí mismo, con variantes que poco y nada difieren en el fondo. Ese fenómeno se observa hoy más que nunca, aquí. Los legisladores con la re-re-re obturada -más de una veintena-, para sobrevivir y continuar recibiendo la jugosa pitanza de la que no rinden cuentas, recurren al viejo y conocido ardid de postular a sus esposas a cargos electivos, en la convicción de que el poder, como en el Medioevo, es un bien hereditario. Transmisible entre parientes, más allá de sus aptitudes. Los jefes de municipio salientes usarán este sistema. LA GACETA, días atrás, informó de esta maniobra puntillosamente. Más de lo mismo, con nepotismo crudo y vernáculo.
Como ejemplo icónico está el insumergible Roque Tobías Álvarez, jefe del bloque oficialista. Lo curioso es que esta modalidad -lejos de la alternancia y la renovación generacional con llegada de sangre nueva- cuenta con el aliento expreso de Alperovich. Con el adiós por delante y a plazo fijo, sólo le importa arrimar votos a la fórmula que él impulsa, sin haber definido si la dupla final será Manzur-Jaldo, o José López y Betty Rojkés. Transita su hora política más débil: con la tribu en desbandada; el peronismo casi despedazado; más el distanciamiento de la Casa Rosada después de su chambonada con Scioli; el intendente Amaya en la vereda opuesta con el carcaj a la espalda lleno de flechas con curare. Y, encima, la irrupción de López como aspirante al sillón más apetecible. Un paisaje nada grato al momento de encarar una elección crucial.
Con la Cámpora -la rama juvenil K con militancia bien remunerada, y abierta simpatía de la reina Cristina-, Alperovich mantiene una relación entre distante y fría. Como expresión de su desagrado, la agrupación no asistió al acto en que el Jefe convalidó la candidatura presidencial de Scioli, en Lules. Recientemente, Jesús Salim, legislador del grupo, se arrimó a López (y no al gobernador) a pedir apoyo para su candidatura a la intendencia de Famaillá, de donde es oriundo. Quiere enfrentar a los mellizos Orellana, eternizados en el cargo alternándose entre uno y otro. Ahí, Jaldo juega sus fichas por Alcides Salomón, a quien el dúo revolcó en dos comicios anteriores.
Sorpresivamente, López devino candidato a la gobernación -sin la venia de Alperovich-, cuando se suponía que su pretensión sólo era un escaño de diputado como chaleco antibalas parlamentario, atajándose de posibles disparos judiciales por su desempeño en la Secretaría de Obras Públicas de la Nación. Evidentemente, va por mucho más. El rival no estaba en los papeles del gobernador. La Cámpora no definió aún su respaldo a la fórmula oficialista, acaso esperando instrucciones de la sacerdotisa que oficia en la capilla de Olivos.
Si la Cámpora es una punta de lanza incondicional de la viuda de Kirchner y de su hijo Máximo, hay que concluir que López, al menos, tiene el guiño patagónico para sus andanzas por el feudo alperovichista. De lo contrario, el zar ya lo hubiera frenado. Está brotado de ira. A la vez, López, impávido, acentúa su penetración en la provincia. Acaba de hacer pie en la Universidad estatal, antes dominio exclusivo de Alperovich, con Juan Cerisola. Ahora, el funcionario entregará a la rectora Alicia Bardón una partida de $ 10 millones para la ejecución de obras. Dos militantes -Atilio Santillán y Facundo Cabral- se aposentarán en la UNT, en días más. Si se lee con detenimiento los folletos y la propaganda que viene publicando López, se podrá advertir que ya no habla en un lenguaje ambiguo de lealtades. ¿Toma distancia de Alperovich? Éste tiene tarjeta roja de la Casa Rosada, tras la equivocación con Scioli. La lista nacional de candidatos se la armará Cristina, no él, como deslizó a sus íntimos.
El diputado José Cano no está quieto. También camina y camina. Con la caña de pescar al hombro busca acólitos de todo pelaje y color, dentro y fuera del peronismo, para engordar el volumen del Acuerdo Cívico y Social. No descarta a nadie como posible cofrade, venga de donde viniera. Está plantando sus hombres en el interior para el combate de 2015. En Concepción, levantó la mano al legislador Roberto Sánchez, a quien ya se considera como el nuevo ocupante de la intendencia. Ahí, el peronismo va dividido con el hijo del travestido Osvaldo Morelli e Iván Llorens Dip, más el arquitecto Aboud, que juega de líbero.
En Yerba Buena ocurre algo parecido. El gobernador impulsa, en paralelo, a tres candidatos: Bernardo Racedo Aragón, director del Ente de Turismo; Julio Saguir, secretario de Planeamiento, y al legislador Sisto Terán. Ante el riesgo de abucheos si apareciera en público, el ex ucedeísta decidió instalar el bunker de campaña en su propia mansión del country de Yerba Buena, sobre avenida Perón. El vecindario del condominio está molesto con la gente que se arremolina a diario frente a la casa. Hemos perdido la tranquilidad, expresó un conspicuo vecino. El intendente Daniel Toledo, luego de su frustrada sociedad con Ruiz Olivares, volvió arrepentido y con la cabeza gacha a pedir perdón al patrón. Con tantos candidatos -más Alejandro Sangenis (h), sin ninguna posibilidad- lo que el gobernador quiere es perder en Yerba Buena, se oyó decir a un peronista de vieja estirpe. Mariano Campero, concejal radical del municipio, con aspiraciones a timonearlo, de parabienes.
Del agua bendita de Cano disfrutan, también, Héctor Monayer, de Monteros; Flavio González, de Simoca (hermano del intendente); Gonzalo Guerra, de Lules; y Silvia Elías, de esta ciudad. Su postulación es inamovible y no se negocia con nadie. Luis Sacca y Federico Romano Norri miran con cariño la intendencia capitalina. Cano los paró en seco: “Si quieren ser candidatos, búsquense un gobernador”, dijo y les cerró la puerta.
La filípica que el presidente de la Corte descerrajó a los jueces no cayó bien en la magistratura. Consideran que lo de Antonio Gandur fue una torpe intromisión en sus funciones. Aquél advirtió a los togados que no deben abusar de las detenciones (acaso asustado por el ruido que levantó la privación de la libertad del dramaturgo Rafael Nofal). No es admisible en la estructura judicial, bramaron. En un sistema horizontal con recursos y apelaciones no caben -en opinión de ellos- esas admoniciones desde la cúspide del poder. Al parecer, sus pares del petit Olimpo dejaron solo al juez impar.